A día de hoy, Hipócrates.

Pretendemos aunar experiencias de diversos orígenes para fomentar la parte olvidada de la medicina occidental: la cabecera del paciente

lunes, 9 de noviembre de 2009

Para comenzar


La experiencia de cada uno puede ser de utilidad para otros, pero, fundamentalmente, puede resultar el desahogo para continuar día a día.
Esta noche ha resultado conmovedora. Mi madre, sentada en la cocina, tras haberse levantado cinco veces por esa molestia que la agita, como quien se ha tragado un reloj de pulsera y que la lleva a perder peso y a comer apenas. Mi hija, presa de la belleza externa de la adolescencia y de la belleza interna, explosiva, evocadora del carácter que se va forjando, resuelta, dicharachera, plena y romántica. Mi marido, cautivo por Becker con el Organista de Santa María, conmovido por mis lágrimas soltadas prematuramente ante la belleza de Platero.
“Platero es pequeño, suave, diríase de algodón, que no tiene huesos”. Conmocionada. Ella escucha placentera todas aquellas lecturas, nuevas otra vez en su alma, todas las que nos había leído e interpretado desde nuestra más tierna infancia. “El alma, el lirio flor de olor solo”. “Platero, como mi cuerpo, se me había olvidado”.
Recuerdo a mi madre, leyéndonos a uno a uno y así hasta cinco chiquillos, algunas de estos párrafos, casualmente impuestos alguna vez como deberes colegiales. Interpretando libremente o ¿llegando al alma de Juan Ramón Jiménez? Haciéndonos profundizar en la espiritualidad, por encima, más allá o acá, de toda religión. Darbón, el feo, el tonto del pueblo, lleno de sentimiento: “mi niña, mi pobrecita niña…” poema literario no olvidado en su cabeza desmemoriada presa del Alzheimer.
Lloro, con notas de piano al fondo y no me atrevo a besar a los niños, que se duermen turbados con mi sensación.
Los acordes tocados con vehemencia apagan mis lágrimas.
¿Sirven de algo o para alguien las palabras lanzadas como aclaración? ¿Empezamos por la situación actual? Mujer, mujer de un alemán, madre de cuatro hijos, médico por profesión y escritora de deseo, sin haber superado hasta ahora la “Jo” de Mujercitas. En el deseo, escribir unas líneas sobre aquellas reflexiones, de esos momentos, de alguna experiencia –directa e indirecta- que pueda colaborar a evitar que momentos difíciles en la vida de cada uno hagan sobrepasar el límite disarmónico tolerable.

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