
En la primigenia especie todo era simple, sin desvelos, natural, lucha por la sup
ervivencia. ¿Quién distinguiría un caramelo de un pedernal?¿Os habéis detenido a contemplar el pedernal? Caminad despacio a la vera del río. Despacio, que la mirada apenas avance un pie. Así, sin prisa. Agáchate, mira. ¿A que brilla? Tómala en tus manos. Contémplala. Es una pequeña lasca, desprendida de la madre piedra. Mírala, es un pequeño tesoro, piedra de luna. La de allí tiene aristas, cristaliza con paciencia. Es un tesoro, diamante de sílice.


Hace mil años, cuando la llamaban niña, o chica, o nena su abuela. Cuando todo empezó. Sí, porque hay cuentos y hay historias que no saben cómo empiezan, ni dónde terminan, ni si terminan. Algunas se inician desde el principio, otras, aunque parezca mentira, por el final y, algunas, como ésta, confluyen en el medio. Las hay planas, muy planas, como todas las que terminan con moraleja. Otras tan lineales que apenas se las ve, pero son las más normales: forman una soga fuerte que escribe la historia de la humanidad.

Esas navidades conoció el sabor de los caramelos fríos como los témpanos de hielo. La decisión de sus padres la había pillado de improviso...
Fragmento inicial del "La niña que plantaba caramelos. (Una historia de desamor)"
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