A día de hoy, Hipócrates.

Pretendemos aunar experiencias de diversos orígenes para fomentar la parte olvidada de la medicina occidental: la cabecera del paciente

viernes, 11 de junio de 2010

Fidelidad. O infidelidad.

Fidelidad. O infidelidad. El tiempo se nos llena de las infidelidades de otros, famosos en general, allegados en particular. Uno mismo, quizás.
A mano, a la vista están supuestas pruebas fehacientes de tórridas historias que revelan el desvelo de algunos profesionales en mostrar intimidades que de ellos mismos no enseñarían. En la peluquería, en el trabajo, en la familia se pregunta si te has enterado de lo último ocurrido, que si has visto las fotos de..., que si será verdad y no se cuantas otras cosas. Y gastamos o disfrutamos nuestro tiempo en vivencias totalmente ajenas que sentimos como propias.Todo esto me lleva a una serie de reflexiones.
Primero: ¿Por qué a la gente le interesa tanto este tipo de historias haciendo millonarios a unos cuantos?
Segundo: ¿Será verdad que envidiamos estas situaciones y por ello son de sumo interés?
Tercero: Nuestra cultura, de influencia judeocristiana, ¿estará errada en cuanto a su concepción de las relaciones hombre-mujer?
Cuarto: ¿Qué es la fidelidad? ¿Y lo contrario?
No trataré de dar respuestas que desconozco, pero voy a esbozar algunas ideas al respecto.
Cuando alguien conoce a una persona y se inicia una relación de amor, lo primero que se plantea no es "te voy a ser fiel". Entendiendo por ser fiel el hecho de no tener amoríos con otro. Con esto incluyo, naturalmente, la relación carnal. Desde luego, cuando uno se casa por la Iglesia, es lo primero que te recuerdan. Todos conocemos la fórmula "Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad todos los días de mi vida (o hasta que la muerte nos separe)" Un amigo mío dice que todos esos días son muchos días. Y tiene razón.
Sin embargo, se sobreentiende en la mayoría de las parejas, casadas o no, que es una consecuencia natural, un acuerdo mutuo...hasta que se rompe. Y creo que es así. Cuando uno está enamorado, la otra persona es el Universo. Sobre todo al principio, el diario se llena de posibles besos, el pensamiento no se centra sino en el próximo encuentro y la vida gira en torno a los amantes. Es un vértigo, un carrusel en el que no hay tiempo ni espacio para un tercero. En esta primera fase puede ocurrir que los dos no estén en absoluta sintonía y eso es percibido por el otro como "que no le hace suficiente caso" o por los de fuera como que "uno está más colado que el otro". Si alguno de los dos es muy exclusivista, celoso o muy independiente se llega a la ruptura.
A medida que la pareja evoluciona, se proyecta hacia el exterior. No se puede hablar de tiempos, pues varía con la idiosincrasia del par. Algunas se proyectan desde el principio, tanto que al final descubren que no tienen nada en común; otras, nunca llegan a hacerlo, por excesiva exclusividad, por mucho mundo interior. A mi entender, esta proyección afianza la pareja, permite la evolución de cada individuo y aporta nuevos elementos enriquecedores. Es una relación compleja entre el "yo" individual, el "nosotros" y el resto del mundo.
Cada "yo" se desarrolla personalmente influyendo en ello el carácter, el trabajo y la huella de las distintas vivencias que, aunque comunes, son distintamente percibidas. Esto modela una forma de ser, de pensar, de asimilar que es llevada a la pareja positiva o...negativamente. (No es por todas las mujeres positivamente asimilado que su marido realice viajes de negocios con su simpática secretaria, que además mide 1.70, rubia y escultural. Y ya sin exagerar, que el marido llegue siempre tarde por el trabajo y ella llegue siempre puntual al domicilio común, a pesar del trabajo, porque otros deberes la esperan). Y, aunque el punto de vista de ellos no lo conozco tanto, me consta que hay muchos que no terminan de asumir el éxito profesional de su compañera, no les gustan "sus" cenas de amigas o empresa y les fastidia llegar a casa y estar solos y/o ocuparse de otras tareas asignadas a las engañadas "superwoman". Esa forma de ser, esas metapreferencias pueden cambiar y ese nuevo"tú" aparecer de forma no esperada creando una nueva ilusión, unas nuevas ganas de vivir...y hablando de ganas de vivir, esa es una de las razones de la pérdida de identidad...el no reír juntos, el no disfrutar juntos del momento, el olvido del carpe diem en pareja, desde el entretenimiento al sexo.
Pensando en positivo, las experiencias de cada uno pueden ser origen de un enriquecedor intercambio que mantengan el amor y la estabilidad de la pareja. Este diferente madurar, el conocimiento de otras personas, la falta de flexibilidad, el agotamiento, las interferencias naturales de la vida como son los hijos y un montón de circunstancias más son las que pueden llevar a necesitar o, simplemente encontrar un nuevo "tú", más afín al presente.
Para mí, sería infinitamente triste que llegara un momento así. Pensar que no he sabido enamorar cada día, pensar que es una ruptura real, del corazón, del futuro...No sé si podría luchar contra ello, iniciar la reconquista.
Y si fuera yo la que encontrara un partner...Aunque no estoy mal del todo, ¿quien me quiere a mí con cuatro mochuelos detrás? Hablando en serio, tendría la misma pena. No podría ser igual al amor que tengo ahora. ¿Sería capaz de restaurarlo?
Hasta ahora no me he referido al simple encontronazo sexual que abunda en nuestra sociedad actual, que para muchos es lícito aunque es fuente de muchas separaciones pero que, hasta cierto punto es perdonable (no sólo para el otro sino también para mí). No quiero jugar el papel de la mujer que perdona todos los deslices del marido. O la que se mantiene en un doble juego para entretenerse. Por suerte o desgracia, papel salvador de matrimonios, hasta hace unos años especialmente sostenido por la mujer ( por motivos económivos también), mantenedor de infidelidades de corazón y de sufrimiento de ellas. Supongo que en muchos casos, se conseguiría el bien de los hijos, en otros hasta sería peor.
En cualquier caso, las circunstancias son propicias para este tipo de infidelidades. La consecuencia más temida-los hijos- es controlable y las enfermedades-teniendo un poco de cuidado- también. ¿Por qué no aprovechar la ocasión si esta se presenta? El deseo, el amor o el miedo al habitual, la propia seguridad-inseguridad, el respeto a sí mismo y a la pareja, la moral y las consecuencias del devaneo decantarán la elección.
Terminando esta breve disquisición, no quiero dejar de apuntar el terrible sufrimiento que producen las infidelidades. Sufre el que las comete- a no ser que sea muy bruto- por el cargo de conciencia, por la ruptura, por los hijos; sufre el traicionado, obvio para todos; sufren otras generaciones: los padres, los hijos; y sufren incluso los amigos. Hasta los trabajos y los hobbies se resienten.
Rodríguez Sampedro dice en uno de sus libros que Eros tiene innumerables rostros. La flexibilidad en permitir que se desarrollen las distintas facetas de cada uno, sus posibles distintos amores; la comunicación y el respeto y el amor creo que son claves para permitir una convivencia dichosa y duradera
. Y si es "hasta que la muerte nos separe", tanto mejor.